evaluación y juicio, y se acompaña muy frecuentemente con el uso de palabras como “deberías” y “tendrías”, que cuando evalúa como son las cosas las compara con un ideal de cómo deberían ser. Este crítico interno es el causante de que nuestras facetas psicológicas más espontáneas, aquellas conectadas a las experiencias de la primera infancia, vivan ocultas en nuestra psique, como un niño pequeño al que no se le permite expresarse porque solo dice tonterías, porque es irresponsable o porque todo lo hace mal.
En el Eneagrama la Ira se define como una actitud de reacción contra lo que nos presenta la realidad, cuando ésta se percibe como imperfecta.
Representa a personas que están al servicio del bien, la ética, la virtud y de todo lo que ellos consideran correcto y apropiado, tratando de ensalzar la moral en cualquier esfera de la vida en la que se desenvuelven. Debido a ello experimentan la Ira como una actitud de intolerancia y crítica y la viven más bien dentro de una atmósfera de resentimiento más que de hostilidad, una sensación conectada a un sentimiento profundo de culpa y de vergüenza, de no ser perfectos como deberían ser, y una creencia inquebrantable de que solamente si se esfuerzan lo suficiente para ser mejores podrán algún día sentirse completos.
Independientemente del contenido, la Ira se experimenta como un diálogo interno con un tono permanente de
La Ira es como un corsé en nuestra alma, un juez que, a partir de un propósito de corrección, nos evalúa siempre de forma negativa y nos lleva a veces a identificarnos como inmaduros, dependientes y sobre todo pequeños. Una voz interior que suena como la de nuestros padres cuando nos daban órdenes y nos reñían.
El eneatipo Uno representa la primera barrera que no nos permite ser nosotros mismos, la primera lección recibida de que debemos reprimir nuestras más genuinas expresiones, y lo más doloroso, la primera indicación de que tenemos que ser mejores y que no nos merecemos ser felices hasta que lo hagamos bien, porque si no somos perfectos es que somos indignos, inmorales y defectuosos.
La Pasión de la Ira representa la percepción del error y el propósito de corregirlo. No hay nada malo en ello, el problema es el juicio, nadie tiene derecho a juzgar a nadie, todos hacemos lo que podemos con la vida que nos ha tocado vivir y la Ira solo viene a impedir una sana evolución mediante un sufrimiento gratuito, para mejorar no necesitamos creer que somos defectuosos sino ver todo como es, no como tiene que ser.
Esto es lo que nos dice la Virtud de la Serenidad, la conciencia de que no necesitamos satisfacer a nadie, no hace falta ningún requisito para aceptar algo, que podemos estar abiertos a recibir las cosas como son y trabajar nuestros estándares internos sin necesitar conectar con ninguna clase de juicio.
Serenidad es aceptación, observar lo que nos muestra la vida y aprender a amar todo como es, incluidos nosotros mismos. La Serenidad se adquiere cuando alcanzamos a percibir nuestra esencia y la dejamos expresarse con libertad, sin tratar de cambiar ni luchar contra nada de lo que encontremos ahí.
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