ENEATIPO 6: EL MIEDO
MIEDO
En la prehistoria el ser humano vivía en un entorno peligroso, donde debía mantenerse a salvo de un sinfín de peligros y, al mismo tiempo, tenía que luchar por obtener los recursos necesarios para sobrevivir. El miedo era la diferencia entre vivir o morir, entre esta alerta y preparado ante cualquier amenaza o ser víctima de los peligros de la naturaleza. Hoy en día ya no tiene este sentido el miedo, sin embargo vive en nosotros todavía, aunque en vez de tener miedo por nuestra vida tememos por que otros nos hagan daño.
El “miedo”, la pasión del punto Seis, en lugar de estar erradicado, simplemente ha cambiado su aspecto, y se ha convertido en uno de los pilares de la vida moderna, desde el momento en que nos identificamos con nuestra estructura de personalidad, vivimos con miedo.
Para el Seis el miedo es su principal preocupación, aunque sea a nivel inconsciente, es lo que impulsa su personalidad, sienten el mundo como un lugar peligroso donde nunca puedes estar seguro del todo. Siempre están en guardia, siempre alerta, buscando dónde está el peligro.
Al vivir con la sensación de que el mundo es inseguro y peligroso, y el entorno un lugar hostil, y que las gente está motivada solamente por el egoísmo, se sitúan en en una perspectiva de cinismo según la cual la bondad no sólo es algo inalcanzable sino que simplemente no existe. No se trata solamente de dudar de la cara positiva de las personas, sino más aún de la intención de los impulsos instintivos, de sus motivaciones, y esto a su vez produce una actitud temerosa hacia la realidad interna, experimentándola como desconfiable y engañosa, un temor básico a los impulsos que surgen espontáneamente de nuestro interior. Como por ejemplo cuando tienes miedo a discutir con alguien por miedo a perder los estribos o entrar en pánico.
Es esta convicción de desconfianza hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el mundo en general la que conlleva un permanente estado de miedo o ansiedad. Inevitablemente, todos nosotros, en el punto en que nos identificamos con nuestra personalidad, compartimos este cinismo del punto Seis y su resultante pasión, el miedo.
CORAJE
Es habitual buscar la seguridad en algo o alguien que nos proteja, pero buscar la seguridad fuera no resuelve el problema, y si lo hace es solo algo temporal puesto que se convierte en una situación de dependencia, una dependencia en la que está implícito el miedo a la pérdida, y al mismo tiempo un vivir con una sensación de vigilancia, de no poder relajarnos nunca del todo por si acaso, y esto se convierte en un círculo vicioso, cuando buscamos fuera de nosotros la seguridad nuestra búsqueda se hace infinita.
Lo que necesitamos es entender que la seguridad es algo que debemos encontrar dentro de nosotros mismos, y que lo que interfiere con la capacidad de cuidar de nosotros mismos es precisamente nuestra ansiedad. La seguridad la debemos hallar en nuestra naturaleza interior, y es esta ansiedad la que no nos permite tomar contacto con ella. Tenemos miedo de nuestros deseos, de nuestros impulsos, de ser espontáneos, de ser nosotros mismos…miedo de que no haya nada en nosotros en lo que podamos confiar. Y esto se acaba convirtiendo en una profecía autocumplida, abandonarnos a nosotros mismos es dejar de estar en contacto con la dimensión estable y confiable de nuestra profunda naturaleza, es dejar de estar en contacto con la infinidad de recursos de que disponemos para enfrentarnos con las dificultades que se nos presenten.
Todo esto sucede por la manera en que funcionamos psicológicamente, pues acumulamos una reserva de ansiedad si gestionar durante nuestra vida, y es imposible llegar a sentirse seguro sin ponerse a trabajar sobre ello directamente. Si lo que conforma nuestra estructura de personalidad es la inseguridad, la única solución es trabajar esta estructura destapando el miedo contenido en ella. Más que buscar seguridad, entonces, se trata de explorar nuestra falta de seguridad. Entender que esta inseguridad es más bien algo neurótico más que algo realista, y que el remedio reside en nosotros mismos, que la seguridad la encontraremos en nuestro interior y que lo que interfiere en nuestra capacidad de conseguirlo es el estado de ansiedad. Nuestra ansiedad, normalmente desproporcionada en relación a la situación real, inhibe e incluso paraliza la posibilidad de vivir plenamente, tenemos miedo de las cosas externas, pero cuando exploramos esto detenidamente la mayoría de veces vemos que el miedo es hacia nosotros mismos, hacia nuestro deseos, hacia nuestros impulsos, a qué pasaría si actuásemos espontáneamente, incluso tenemos miedo de provocar ansiedad en el otro y esto incrementa la nuestra.
Nuestro primer objetivo es abrirnos y observar la realidad interior, pensamos que coraje es ausencia de miedo, pero el verdadero coraje no es eso sino más bien la valentía de ver qué es lo que nos provoca ese miedo y qué es lo que necesitamos para enfrentarnos a cada pensamiento que nos produce ese miedo. Para ello debemos empezar por enfrentarnos a las creencias establecidas en nuestro pasado que dan cuerpo a ese miedo y cambiarlas por la confianza en nuestra auténtica capacidad de sobrevivir y de sobreponernos a cualquier problema.
Darnos cuenta de que vemos a los demás mucho más amenazantes y malévolos de lo son en realidad, y de que muchos de nosotros vivimos el miedo basándonos en esta creencia. Cuando exploremos esto encontraremos que se trata de una proyección de nuestra propia agresividad y hostilidad desplazada, sobre todo en los casos en que tratamos de ser buenas personas y mostrarnos a nosotros mismos con una vida íntegra, poniendo en los demás nuestros propios impulsos, de los que pretendemos renegar.
Cuando reconocemos estos impulsos agresivos nos encontramos paradójicamente en dos cambios perceptivos, el primero en nuestra forma de experimentar el mundo que nos rodea, que es mucho más benevolente y amoroso de lo que nos parece, y el segundo en la forma en que nos experimentamos a nosotros mismos y nuestra naturaleza.
Nuestra proyección crea de ese modo una especie de cortina que oscurece lo que percibimos, tanto alrededor nuestro como en nuestro interior, y bloquea la luminosidad que está presente y es esencia de la naturaleza de todo lo que existe.
Cuando valientemente penetramos en nuestra experiencia interior, incluida nuestra propia presencia, encontramos que nuestra naturaleza es algo indestructible y nuestra ansiedad desaparece, cuando tenemos el coraje de relajarnos y dejar de estar alerta nos abandonamos al verdadero soporte amoroso de la realidad.