Los sentimientos de culpabilidad suelen estar detrás de muchos de los síntomas neuróticos más habituales: la depresión, la angustia, el trastorno obsesivo-compulsivo, los trastornos límite, etc.

Detrás de un sentimiento de culpabilidad profundo podemos, muchas veces encontrar expectativas no cumplidas en la infancia, a menudo fruto de una educación que utiliza el amor de manera contingente a nuestros resultados, comportamientos o éxito académico, o simplemente de no haber sido todo lo buenos que esperaban de nosotros.

Repetidas humillaciones recibidas en la infancia mediante insistentes etiquetas como: eres un desastre, nunca vas ser nadie, eres tonto, no hay quien te aguante, eres un gandul… acaban formando parte de nuestro auto-concepto. Así, cuando crecemos, este auto-concepto se construye sobre la base de esas etiquetas que nos han colocado o que nos colocamos nosotros mismos como efecto de los repetidos fracasos por no estar al nivel que sentimos que nos exigen, y que a lo largo de nuestra historia se van a ver confirmados a partir de cualquiera de los errores que podemos cometer.

Después de esto nuestra autoestima queda destruida, nos conduce a una actitud victimista, de inferioridad, a partir de la cual reclamamos constantemente aprobación y reconocimiento para superarlo, como si buscáramos un amor que nunca va a llegar porque sabemos que no lo merecemos y que no nos esforzamos lo suficiente para obtenerlo. Pero el amor, para ser recibido, necesita como objeto un auténtico «yo», no una imagen forzada o elaborada que no se corresponde con lo que uno es…

Es necesario reconocer estas etiquetas, que se enquistan en nuestra psique en forma de creencias para empezar a contrastarlas con la realidad y relegarlas al lugar que pertenecen, al pasado. Debemos aprender a crear un auto-concepto realista, adaptado al momento presente, libre de cargas y sobretodo flexible.

No podemos evitar que los demás nos culpen, pero sí podemos evitar que nos hagan sentir culpables. La culpa que nos pesa no es la que corresponde a un error, es la que nos sentencia, nos hace vernos a nosotros mismos como malos o inferiores, y más aún la que nos lleva a auto-castigarnos y creer que merecemos estar mal, que merecemos sufrir, y con frecuencia a enfadarnos con la vida y con los demás.

Dejar de lado la culpa y el victimismo implica reconocerse a uno mismo y darse valor, dejarse ver con todo, lo bueno y lo malo, seguramente no gustaremos a todos, no todo el mundo nos va a querer, pero aquellos que nos vean en nuestra esencia nos querrán de verdad, no hay amor si no traspasa las capas de la apariencia y llega hasta el corazón.

 


Lluís Rodríguez

Psicólogo, psicoterapeuta y formador. Profesor de Eneagrama de la Personalidad.

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